viernes, 7 de septiembre de 2012

Tardes de Gloria, en la añeja ciudad de Moyobamba



Seguimos en espera de la entrevista programada, asi que no hemos encontrado una mejor manera de presentar este delicioso libro recientemente editado y que se convertirá en un clásico sanmartinense,  que lo escrito por sus propios autores Luis Alberto Vásquez Vásquez  y Alberto Ríos Rodríguez.
Vivir nuestra infancia en la selva, en medio de un sol anaranjado y el verdor de la montaña, con el olor de la guayaba y la frescura del atardecer a la orilla del río Mayo, es la añeja ciudad de Moyobamba, ha sido un privilegio que la vida nos regaló.
 Caminar por sus callecitas angostas y soñar con las muchachas más bonitas, con la música maravillosa de esos años, es parte de la magia que se instaló en nuestros corazones para siempre. Si a esos recuerdos se suman las tardes felices de nuestra infancia en el santuario del campo 28 julio y después en el estadio de Moyobamba, para disfrutar de la pasión por el fútbol y los toques de genialidad de tantos futbolistas extraordinarios que se han quedado grabados en nuestras almas, es simplemente el sueño que nos cambió la vida.
 Desde esa mirada de muchachos, que jugábamos además en los barrancos a ser pistoleros del oeste, hemos escrito estas crónicas de los equipos que llenaron de felicidad ese espacio de nuestras vidas, de la mano de nuestros viejos, que también nos llevaban a ver los partidos en otras ciudades  como Saposoa, Lamas, Tarapoto, Juanjui y Rioja y contagiados de la felicidad de otros niños que vivían a las orillas de los ríos misteriosos de la Amazonía.
 Aquí están entonces aquellos recuerdos, que laten y que nos emocionan hasta hoy, cuando vamos con nuestros hijos al estadio para respirar esa felicidad, porque como nos cuenta el escritor uruguayo Eduardo  Galeano en su libro “el fútbol a sol y sombra”, un periodista le preguntó a la teóloga alemana Dorothee Sölle: ¿Cómo explicaría usted a un niño lo que es la felicidad?  No se lo explicaría, respondió le tiraría una pelota para que jugara.
Agradecemos al fútbol que se jugó en San Martín, en las selvas del Perú, porque nos hizo sensibles a la belleza, al arte, a la poesía, al coraje y fortaleza de la gente, en suma nos hizo mejores seres humanos. 

Sus obras:
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